La sinrazón de todos los días
Y cada peor y cada vez más odios
en un mundo tan viejo como las
personas
que se sienten abatidas
dudando entre el por qué y él para
cuándo.
Pero el mundo seguirá girando
alrededor del sol
a treinta kilómetros por segundo;
volverán a enamorarse los jóvenes
y los ancianos seguirán soñando
con sabe dios que tarde de lluvia.
Pero otras guerras te desgarrarán
por dentro,
otros desertores seguirán viviendo en
palacios de cristal,
otros otoños salpicarán tu rostro
lleno de lagrimas
cuando busques una mano que te salve
del naufragio
y vuelvas a sentir que lo mejor del
invierno es la primavera
en la que volverás a sacar tus
vestidos del alma.
Habrá llantos en las mañanas dulces
de café y tostadas
cuando tristes noticias salgan de una
radio herida,
escupirá el móvil imágenes mil veces
repetidas
y otra tormenta de dolor sacudirá lo
más oculto.
Entonces te quedará el cine y los
libros,
subir a alguna montaña para gritar a
la luna,
bajar, de vez en cuando, a los
infiernos,
aullar palabras que no valen nada
para huir de los intransigentes que
te mirarán
desde los cielos de la perversidad.
Cómo duele la tristeza de la
sinrazón,
los dioses inútiles tantas veces
creados
en la desesperación de vacios
existenciales.
Nos seguiremos levantando tras las
caídas,
con la felicidad más cotidiana
de un paseo, de unos besos o de una
ducha tibia,
o cuando llego y las velas me
devuelven
la verdad más fresca de vivir.
David
J. Calvo