¡Jaulas de oro, de madera, de
barro,
hasta de paja o cartones;
cada uno vive en su prisión
creyéndonos libres,
soñándonos soberanos
de nuestra celda!
A veces, nos abren la puerta
y volamos de vacaciones,
pasamos unos días fuera,
algún fin de semana efímero
y nos regresan al calabozo.
Nos sacan a trabajar,
nos dicen todo lo que debemos hacer,
el hambre que tenemos, o no,
lo que debemos pensar,
quienes son nuestros enemigos,
con qué trapos nos tenemos que
vestir
y hasta las veces que es bueno
hacer el amor.
Piamos bellos cantos
que no nos creemos ni nosotros
mismos;
nos creemos libres y poderosos
y solo somos el resultado
de una esperanza que no es
nuestra.
David Calvo