Carnaval
Están el bueno, el feo y el malocharlando con arapahoes;
princesas junto a damas de
buen vivir con cancán
bailando la misma canción;
piratas, bucaneros y
corsarios
sin pata de palo con el mismo
whisky;
mexicanos que no saben de
revoluciones,
pero si de tequilas reposados;
conejitas, perritos, osos,
pingüinos
y otras especies animales correteando por la
plaza;
Wally, más perdido que Fu
Manchú en Noruega,
buscándose a sí mismo;
Cenicienta, la madrastra y
Blancanieves
compartiendo un litro de
cerveza;
Superman, Spider-man, Batman
y otros de los suyos bajando
a los infiernos
que están al lado del baño.
Charlie Chaplin, Fidel
Castro, el Papá de Roma,
Popeye, Chiquito de la
Calzada, momias cutres;
un gringo con puro habano
borracho
despotricando del capitalismo;
hombres prehistóricos con
dinosaurios
llegados del mesozoico;
romanos, musulmanes, cristianos
del medievo
y ningún judío caminado
solitario;
enfermeras, bomberos y un
científico loco
intentando perturbar la noche;
un cura al lado de una niña con
coletas
bailando un pasodoble;
una banda de Rock and roll
destrozando a Elvis;
Pocahontas besando al Padrino
detrás de la orquesta;
un hoplita llegado de las
Termópilas
brindando con Ozu;
un templario derrotado
charlando con una cabeza;
máscaras venecianas añorando
canales y bailes en palacios;
no podían faltar varios
hombres
vestidos de mujeres,
ni lobos feroces detrás
de adolescentes patibularias.
La tarde dio paso a la noche
y la madrugada llegó despacio
entre risas y bailes,
todavía quedaban horas
para enterrar la sardina,
para comenzar la triste
cuaresma;
todavía había que entregarse
a los placeres de la carne.
David
Calvo