lunes, 8 de septiembre de 2014

Balas sin nombre

Balas sin nombre

A veces huye el sueño
y la madrugada se escabulle por mi ventana,
los amaneceres rencorosos
me dejan en vilo toda la mañana,
dejas la pistola en el armario
y tengo miedo que te hayas dejado mi última bala.

Se paran las manecillas de un reloj que no existe,
los besos desabrochan los botones
de un pianista ebrio de melodías,
los poetas malditos se beben las copas
con la desesperación de la despedida,
se masturban las solteras
que sueñan con ser casadas,
llora el éxito por su último fracaso
y la luna juega con el vino
de la copa cálida de una noche de verano.

La soledad se acuesta conmigo
el misterio insondable se refugia en la mirada
ávida de vida, dueña de supervivencia,
avariciosa de sueños locos,
helada como la sinfonía de los cortos días de invierno
en el mar del Norte.

Sin embargo, cada día es un prodigio,
con risas limpias,
con la gloria destrozada a jirones,
con las calles nuevas en la alborada,
con los dolores del alma,
con el frescor en los rostros,
con los espejos rotos.


David J. Calvo Rodríguez

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