Reconozco
que soy un poco desordenado en mis lecturas. Leo lo que me apetece leer cuando
me apetece leerlo, sin motivos, sin por qué. Me gusta que los libros me
sorprendan o sorprenderme sumergido el algún libro que jamás hubiera pensando
que leería.
Le
dije a un amigo cuando terminaba mi trabajo a
finales de julio que iba a intentar leer libros que tuviese que no
hubiera leído y, en parte, lo voy consiguiendo, aunque me he dado cuenta que
tengo libros en varias vidas.
En
la vorágine de trabajo me sumerjo sobre todo en libros de historia, de
motivación, de liderazgo, de inteligencia emocional y, últimamente, tomo
soplos de aire con poemas de Ángel González, Charles Bukowski, mí admirado
Benedetti o José Hierro. Poemas canallas, crudos, doloridos, hondos, infinitos.
Hace
poco más de un mes empecé con Florentius
de Fernando Lallana, le tenía muchas ganas. Un viaje geográfico y humano, por
el que vemos lo mejor y lo peor de nosotros en cualquier momento de la historia.
Es el único que me atrevo a recomendar.
Si tenéis la oportunidad comprarlo y leerlo con el placer de atravesar nuestra
historia a cada paso. Además, Fernando es amigo y, como toda persona
inteligente, sencillo, campechano y, a la vez, sutil.
Seguí
buceando y nadé en El Escorial con don Manuel Azaña. El jardín de los frailes es una novela autobiográfica de los años
que pasó interno en los agustinos de San Lorenzo de El Escorial, allí se fragua
su carácter y su pensamiento; liberal y laicista. Aunque cada cierto tiempo se
trata de recuperar, don Manuel Azaña es otro personaje maltratado en la
oscuridad de un único pensamiento.
Tenía
pendiente La verdad sobre el caso Harry
Quebert de Joël Dicker, una obra de arte de un suizo que nació en 1985. Un
libro que te atrapa de la primera a la última frase. Uno siente envidia que un
chaval con unos 25 años o poco más escriba de una manera tan magistral.
Intriga, amor, suspense,…
El viejo y el mar de Ernest Hemingway, nos cuenta
la lucha de un viejo pescador con su presa. Escrito con una sencillez que perturba,
pero que a la vez nos hace pensar y mucho, qué es la victoria, qué es la
derrota. Como curiosidad diré que William Faulkner escribió que en esta novela Hemingway había <<descubierto a Dios>>.
Por
último, Cuatro amigos de David Trueba,
un libro que destila buenos destellos de humor, con dosis de amor y desamor,
ratos de sexo y, sobre todo, un intento por saber dónde se encuentra la felicidad.
A
ratos voy leyendo El collar de la paloma
de un cordobés que vivió del año 994 al 1063, Ibn Hazm. Dice el prologo Ortega
y Gasset que es <<el libro más ilustre sobre el tema del amor en la
civilización musulmana>>.
Todavía
leo en papel, todavía subrayo frases, señalo curiosidades, escribo notas, por
supuesto a lápiz. Todavía sueño con libros.
Solo
quería decir que leer es uno de los grandes placeres de la vida. Uno se puede
meter en la piel de cada personaje, vestirse con sus ropas, beber sus copas,
fumar sus cigarros, tener resaca, viajar a ciudades de otras épocas, pasear con
un bella cordobesa por un palacio del siglo XI, pescar ese gran pez, ser un
escritor frente al océano, estudiar con los frailes agustinos o, simplemente,
amar u odiar.
No
hay que dejar de leer nunca y si encontráis algo interesante, decídmelo por
favor.
David J. Calvo Rodríguez