Por
lo que se ve, el fin del mundo
tiene
toda la pinta
de
ser muy cutre.
¡Qué
mal planificado!
¡Qué
falta de elegancia!
¡Qué
sórdido!
¡Qué
poca melancolía!
Lo
peor será que no nos pillará
con
un buen vino
en
el amanecer furioso
de
una noche eterna,
ni
con un güisqui
entre
las sábanas cálidas
que
deja tu cuerpo
después
de la tempestad.
Sería
cruel que nos encontrara
recluidos
en casa
huyendo
de un virus
que
se cuela por los rincones del cariño.
Sería
desagradable que el crepúsculo
nos
recibiera llenos de basura,
sin
sueños húmedos
que
viajan del pasado al futuro.
Dos
décadas de un siglo triste,
de
avaricias desatadas,
con
crisis que machacan a los de siempre,
con
virus que ahora llegan en aviones.
El
destino sigue siendo un cabrón
que
se ríe de nosotros cada mañana.
¿qué
mierdas más nos quedan?
Seguro
que demasiadas.
Falta
un apocalipsis bien planificado,
con
clase, con felicidad a borbotones,
con
los abrazos y besos
que
en dos mil veinte se han perdido
en
cualquier agujero negro.
David Calvo