subirme a ellas,
como a un caballo de cartón,
y que me vuelvan a llevar
a recorrer rincones ignotos.
Necesito libros, muchos
libros,
en los que sumergirme
en las largas y frías noches,
en las madrugadas insomnes,
en las eternas tardes de
verano.
Necesito besos, dulces besos,
acariciar el cielo de los que
tanto amo,
de los que me quieren una migajita.
¡No quiero, ni puedo vivir
sin ese elixir!
Necesito no olvidarme nunca,
de ser hijo de padres
trabajadores,
de ser de mi barrio,
de la Educación Pública,
de la importancia de la
palabra esfuerzo.
Necesito mi música
que, tantas veces me ha
salvado,
que me ha hecho llorar
hasta volver a poder respirar,
que me ha hecho cantar a gritos
pisando las nubes.
Necesito mi whisky
y tus piernas
y tus ojos
y tus labios
y tus manos
y tu cintura.
Necesito que,
definitivamente,
se alejen de mi los cobardes,
que se vayan con sus miedos
y sus miserias al estercolero
donde descansan los que en la
historia han sido.
Necesito algo de dinero, no
demasiado,
el justo para disfrutar,
para cumplir algún sueño,
cruzar un par de océanos
o abrigarme en verano.
Necesito a mis poetas,
a los que ladran a la luna,
a los conocidos y a los que
escriben
por el placer inmenso que
deja cada estrofa.
¡No quiero dejar nunca de bucear
en sus versos!
Necesito que se acaben las guerras,
los odios, las luchas sin sentido,
el miedo al diferente.
Necesito que los fanáticos beban de su propia medicina,
que los que habitamos el planeta
llamado Tierra, seamos más justos.
Necesito pocas cosas, muy
pocas.
David
Calvo