En
Toledo tiene lugar la génesis de Don
Quijote de la Mancha, obra inmortal de Miguel de Cervantes. El arranque
figurado o simbólico de la gran novela se produce en la ciudad Toledo. Veamos
cómo:
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Puerta del Reloj al final de la calle Chapinería |
Cervantes,
como narrador, dice haber encontrado en el barrio del Alcaná el manuscrito de
Cide Hamete Benengeli, en el que se relata la historia de Don Quijote desde el
capítulo nueve. Así lo narra Cervantes en el mencionado capítulo: “Estando
yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y
papeles viejos a un sedero; y como yo soy aficionado a
leer aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta mi natural
inclinación tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía y vile con
caracteres que conocí ser arábigos. Y puesto que aunque los conocía no los
sabía leer, anduve mirando si parecía por allí algún morisco aljamiado que los
leyese, y no fue muy dificultoso hallar intérprete semejante, pues aunque le
buscara de otra mejor y más antigua lengua le hallara. En fin, la suerte me
deparó uno, que, diciéndole mi deseo y poniéndole el libro en las manos, le
abrió por medio, y, leyendo un poco en él, se comenzó a reír”.
El
Alcaná era el barrio más comercial de la ciudad de Toledo desde la época
musulmana, estaba ubicado en lo que fue la judería menor de la ciudad. Las
calles Hombre de Palo, Sinagoga, Cordonerías, Sal, Chapinería, Cuatro Calles,
entre otras, eran parte del centro neurálgico y comercial, donde se vendía y compraba
casi todo, especialmente productos relacionados con la seda. Por ello, a
finales del siglo XVI o los primeros años del siglo XVII, cuando Cervantes
caminó por el Alcaná, pululaban numerosos mercaderes moriscos que vendían toda
clase de productos. El joven citado por Cervantes quería vender unos viejos
papeles, posiblemente a un sedero, para ser usados como envoltorio de refinados
productos.
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Calle Chapinería |
Tenemos
en Toledo y en su Alcaná gran cantidad de moriscos. Miguel de Cervantes
necesita un traductor y cierra el trato con el joven en el claustro de la
Catedral, que servía de mentidero a la población más ilustrada de la ciudad.
Conozcamos cómo Cervantes nos narra tal acontecimiento al final del noveno
capítulo: “Cuando yo oí decir
«Dulcinea del Toboso», quedé atónito y suspenso, porque luego se me representó
que aquellos cartapacios contenían la historia de don Quijote. Con esta
imaginación, le di priesa que leyese el principio, y haciéndolo ansí, volviendo
de improviso el arábigo en castellano, dijo que decía: Historia de don Quijote de la
Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo. Mucha discreción fue menester para disimular el contento
que recebí cuando llegó a mis oídos el título del libro, y, salteándosele al
sedero, compré al muchacho todos los papeles y cartapacios por
medio real; que si él tuviera discreción y supiera lo que yo los deseaba, bien
se pudiera prometer y llevar más de seis reales de la compra. Apartéme luego con el
morisco por el claustro de la iglesia mayor, y roguéle me volviese aquellos
cartapacios, todos los que trataban de don Quijote, en lengua castellana, sin
quitarles ni añadirles nada, ofreciéndole la paga que él quisiese. Contentóse
con dos arrobas de pasas y dos fanegas de trigo, y prometió de traducirlos bien
y fielmente y con mucha brevedad. Pero yo, por facilitar más el negocio y
por no dejar de la mano tan buen hallazgo, le truje a mi casa, donde en poco
más de mes y medio la tradujo toda, del mesmo modo que aquí se refiere”.
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Plaza de los Tintes |
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Placa en la casa que perteneció a Catalina de Salazar |
Con casi toda seguridad, la casa a la que lleva Miguel de
Cervantes al joven morisco era de la familia de su mujer, Catalina de Salazar,
con la que contrajo matrimonio en 1584, y que a ella correspondía una tercera
parte. La casa ubicada en la plaza de los Tintes, números 3-9, en el barrio del
Andaque, cerca del río, pudo ser el lugar en el que Cervantes escribiese, al
menos, parte de El Quijote. Miguel de
Cervantes y Catalina de Salazar hicieron uso de esta casa en sus viajes a
Toledo, que en algunas épocas fueron frecuentes y de estancias prolongadas. El
barrio del Andaque era un humilde barrio de tintoreros, pescadores y pelaires
no lejos del otrora caudaloso Tajo.
David J. Calvo