miércoles, 18 de noviembre de 2020

Nunca he valido para estar callado


La sociedad cada vez es más sumisa con sus iguales, con los que tienen una pizca más de poder, con los fuertes, e incluso con las élites económicas, pero saca toda su fiereza, toda su crueldad, toda su miseria, con los débiles, con los pobres, con los marginados, con los arrinconados. Deberíamos parar y hacer una reflexión, una de esas introspecciones que acaban doliendo en lo más profundo de nosotros mismos.

Estos días las redes sociales están vociferando sobre los inmigrantes que están llegando a España. Así que quiero dirigirme a ti, si a ti, que haces las publicaciones, o que sigues la rueda e intentas impregnar el racismo, el clasismo, el odio en tu Twitter, en tu Facebook, en tu WhatsApp o en cualquier otra red social que tengas.

Piensa que quizá otros te estén manipulando para que sientas ese rencor, ese desamor, esa antipatía, esa animadversión, esa derrota. Pero pese a eso, eres responsable, eres un incitador, eres un sembrador de discordia, eres un cultivador de enemistadas, no conmigo, sino con todas esas personas, que sin conocerlas ya las detestas y las juzgas negativamente.

Si fuesen ricos y viniesen en sus yates o en aviones privados no tendrías ningún problema, tampoco existiría ninguna publicación en tus redes sociales. El problema es que son pobres y dañan tu mirada de rico, de ciudadano del primer mundo, de la élite que crees que eres.

Son solo seres humanos, como tú, como yo, que buscan un futuro mejor. Que luchan, que se esfuerzan, que sufren, que viven, que han recorrido miles de kilómetros, que aman, que lloran y ríen, como tú y como yo.

Son solo jóvenes, en su gran mayoría, que buscan otro mundo fuera del mundo que conocen. Nacieron llenos de miseria, atiborrados de basura, repletos de escombros, hartos de dictadores, empachados de desigualdad. Son pobres económicamente, pero van cargados de sueños; los que el primer mundo perdió en la desolación de tenerlo casi todo.

Si pudiese te regalaría tres meses con ellos; en sus vidas, en su pobreza, en su dolor, en su llanto. Igual tendrías miedo, conocer implicar muchas cosas, incluso empatizar.

Y me dirás que algunos vienen a delinquir, ya te conozco. Pero delincuentes hay en todos los sitios, en España los hemos tenido siempre, de todos los colores, da un repaso por nuestra Historia y por nuestro presente.

Cuando dejamos de soñar y de creer en el otro nos convertimos en hacedores de rencores, en incitadores de odios idiotas.

Si vuelves a soñar creerás en los demás, creerás que otro mundo es posible, pero debemos empezar desde nosotros mismos.

Solo se puede cambiar con EDUCACIÓN, con CULTURA, con AMOR.

David Calvo

sábado, 7 de noviembre de 2020

Hoy, 7 de noviembre de 2020


 

Abres Internet y sigue soporífero

aunque parece que Joe Biden gana,

por fin, a Donald Trump;

pero lo importante siguen siendo

los labios rojos,

los ojos que hablan de la belleza,

las piernas que cabalgan los caminos.

 

El coronavirus sigue matando personas

y nos asustamos como cobayas;

pero lo importante sigue siendo

las venas abiertas que mueven el destino,

el viento que despeina tu pelo,

las estrellas que miras de madrugada,

las olas que extrañamos, el olor a sal.

 

Un rey emérito con problemas fiscales,

los hospitales al borde del colapso,

Austria preocupada por el islamismo radical;

pero lo importante sigue siendo

los libros que te faltan por leer,

las canciones que repites hasta llorar,

los versos de Miguel Hernández.

 

Lo importante no está en Internet,

lo que merece la pena

es la perfección del otoño,

las calles con olor a tierra mojada,

los sueños que nos quedan por consumar,

las cañas que no esperan en alguna barra,

las cartas buenas que el destino nos tiene reservadas.

David Calvo