A
veces, solo algunas veces, uno se encuentra con pequeñas joyas que merecen
demasiado la pena. A unos 15 kilómetros de Lugo, se puede admirar Santa Eulalia
de Bóveda, un magnífico templo.
Es uno
de esos lugares por los que nunca pasa casi nadie. Algún peregrino que viene desde
Oviedo por el Camino Primitivo y al salir de Lugo, se desvía un par de kilómetros
para verlo, algún turista despistado que le han recomendado una visita y poco
más.
Me
comentaba la persona que está trabajando este verano allí de Turismo de Lugo, que sólo si hay presupuesto ponen a alguien (en
verano) en la pequeña oficina, sino las llaves las tiene un vecino que abre amablemente
a los que quieren ver la mencionada construcción. También me decía que era
aburrido estar allí; muchos días que no iba absolutamente nadie y otros, muy
pocas personas. Así está el Patrimonio Cultural en miles de bellos rincones de
España.
Nos contó
con gentileza lo más importante, nos dio la información que tienen, nos abrió
la puerta y nos dejó ante un tesoro increíble. Cuando salimos me acerqué a la
oficina a comunicarle que ya lo habíamos visto y a darle las gracias.
Posiblemente,
este edificio fue construido en el siglo III o IV y que, originalmente, fuera
un nínfeo dedicado a la diosa Cibeles o a alguna otra deidad romana. En época
visigoda, segunda mitad del siglo VI, fue convertido en iglesia cristiana,
sufriendo algunos importantes y valiosos cambios.
Este
templo tardo romano, tiene una planta rectangular, con tres naves separadas por
columnas y arcos; en su parte central tiene una piscina o estanque de poca
profundidad, todo ello, cubierto por una bóveda de cañón, de la que quedan las partes
inferiores, decorada con pinturas, unas de las más importantes de la época
romana tardía. En el exterior, un pequeño atrio con dos columnas precede a la
fachada, en la que se abre una puerta con un arco de herradura, posiblemente el
más antiguo de Europa.
Llama
la atención las magnificas pinturas que representan las sibilas en forma de
aves. Faisanes, perdices, gallináceas, palomas, un ganso y un pato ubicados
entre motivos vegetales que representan el árbol sagrado de Atis, así como el
pino y su fruto. La representación pictórica hace referencia al uso como
santuario y su función como oráculo.
Los
avestruces del atrio exterior, son la representación de la diosa Cibeles, así como
las vigilantes de las aves del interior.
No os
cuento más, lo dejo para que si un día pasáis por allí, salgáis de las cómodas
autovías y os adentréis en las encrucijadas donde se puede descubrir la belleza
por esos caminos más solitarios.
Las fotos no son buenas, pero son mías.
David J. Calvo Rodríguez
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