miércoles, 23 de octubre de 2013

Cicuta y mocos


Cuando la vida se pierde dentro de un poema, cuando nos sumergimos en sueños que nos llevan a otras vidas ya vividas, cuando el amanecer nos dice adiós por primera vez, cuando por los caminos ya no pasa nadie, cuando llega el otoño y te pilla desnudo, cuando se escapa una lagrima por las heridas que no dejan de sangrar, cuando los corazones dejan pasar los días como si fueran gratis, cuando a la rutina la mandamos al carajo,…
Cuando todo pasa vivimos, pero de qué manera, a qué precio. Cada día que nace es un reto, un desafío, una provocación para pelear por todo en lo que creemos. Cuando dejamos de combatir, de luchar, de dejarnos la piel estamos muertos, aunque nos levantemos cada mañana, aunque cada noche sospechemos antes de dormir, aunque hagamos todo el día lo que tenemos que hacer (¿seguro?).

Para luchar hay que escaparse; hay que salir por la puerta de la mediocridad; hay que mirar al mar para pisar tierra firme; hay que creer en el pan para todos de cada día; hay que sentir que vivir es una fiesta; hay que tener, por lo menos, diez espejos donde vernos vivos; hay que escuchar el violín de la felicidad; hay que ser riguroso con los poderosos y flexible con los débiles; hay que levantar la voz y no dejarse humillar; hay que ser libre para poder gritar.
Que el trabajo más amargo sea el del que pone la cicuta en el café de cada uno de nosotros. El mismo que nos quita el pañuelo cuando tenemos mocos y nos lo da cuando ya estamos recuperados. ¡Qué mala leche!

David J. Calvo Rodríguez

4 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo. Qué bien explicado. Hablas por lo que los demás nos cuesta expresar. Gracias David. Lola.

    ResponderEliminar
  2. Diógenes de Sinope24/10/13 22:20

    A mí lo que me pasa con estos textos tan profundos es que no hago pie y me hundo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Diógenes no te hundas que detrás vamos todos. Abrazos.

      Eliminar