En otros
siglos, en casi todas las culturas, se pensaba que los dioses movían los hilos
del mundo y, por tanto, de todos nosotros. Hoy, ya en pleno siglo XXI, sólo
intuimos quienes son los que manejan las marionetas que somos nosotros. No
conocemos a las personas, quizá no sean nombres propios, sino grupos de poder
que han diseñado nuestra vida paso a paso. Lo ha hecho y lo hacen con tanta
profesionalidad, que por desventura, sólo queda aplaudir.
¿Por qué la
juventud, casi toda ella parada, no protesta y siguen viviendo con sus papás
hasta bien entrada la treintena? Muy sencillo, han sido diseñados para ello.
Les han manipulado hasta tal extremo que no ya no saben qué deben hacer. Eso
sí, les han enseñado a manejar estupendamente cualquier sistema tecnológico, lo
cual les mantiene “entretenidos” muchas horas al día. Otros se dedican a ver
pasar la vida, los menos a estudiar sin ni siquiera saber para qué les servirá.
Han comprobado, como en gran medida, ha sido derribada la cultura del esfuerzo,
han visto y ven cada día como para tener un buen trabajo no hace falta ser el
mejor. Se les ha humillado y se les humillará cada día más, se les ha desacreditado
y si nadie lo remedia, la gran mayoría, trabajarán por salarios irrisorios. ¡Defendeos!
Pero no sólo
se mueven a placer los hilos de las marionetas más jóvenes, también las de las
personas de mediana edad. Corderos con horarios similares, uniformes casi afines,
coches de gama media, centros comerciales para los fines de semana, programas
de televisión para gentes sedientas de vivir otras vidas, deportes de masa, ordenadores
con comunicación virtual,… Nos dicen todo, lo que tenemos qué pensar, el
deporte al que tenemos que jugar, la ropa que tenemos que vestir, los horarios que
hemos de llevar,…
Supongo que
cuando llegas a viejo te das cuenta que deberías haber aprovechado la vida de
otra manera, pero entonces ya no tienes las fuerzas para cambiarlo todo, para
mandar a la mierda a los que te han manipulado. Simplemente, te quedan fuerzas
para cortar los hilos que quedan de la marioneta y vivir los últimos años
pensando cómo vivirías si tuviésemos una segunda oportunidad.
Nos tenemos
que dar cuenta que no hay segundas oportunidades, que los días pasan, los años
pasan y vamos vaciando las pilas que llevamos cada uno puestas. El beso que
dejas de dar hoy mañana no existe; la sonrisa que no te atreviste a lanzar ha
volado como las golondrinas en otoño; la conversación que por las prisas no
pudo ser, ya está muerta; el rato que le robaste a tus hijos (pareja, padres,
hermanos, amigos) será otra cicatriz en lo más profundo de ti.
David J. Calvo
Rodríguez
Are we humanssss, or are we dancerssss....(The killers)
ResponderEliminarInteresante, mucho. Voy a escuchar la canción.
EliminarCon subtítulos¡¡¡
EliminarHola, David. Sí, la reflexión sobre el tiempo, la vida y nuestros caminos delante los poderes de masa siempre están presentes. Pero yo resisto en aceptar que estamos tan atados. En verdad, creo que somos más libres que parece. Nuestra libertad sólo espera iniciativas. Sin romantizar. Porque no es fácil caminar con más libertad, pero es perfectamente posible, si hay un poquito más de pensamiento crítico, si te cree dueño de tu vida y si te atreves a hacer lo que te gusta. ¿No? -Marcela Belchior-
ResponderEliminarAmigo David: en verdad "pocos hombres prefieren la libertad, la mayoría lo que busca es un buen amo".
ResponderEliminarSalustio, Siglo I a.C.
Si la primera parte del post esta dirigida a "los jóvenes" (los otros) y acaba con una llamada a la acción porqué la segunda que va a dirigida a los de "mediana edad" (los nuestros) no acaba igual?. La vida es una rutina? defendeos!, fin de semana en el centro comercial? defendeos también!...
ResponderEliminarEstoy con Tzian, somos más libres de lo que parece. La gente que sale del bucle no son diferentes a nosotros, no es gente que lo ha tenido más fácil o que le venga dado desde el exterior, es simplemente gente que ante las mismas decisiones han optado por algo distinto... y esa toma de decisiones es algo continuo en la vida así que nunca es tarde para cambiar el rumbo. La próxima pequeña elección puede ser la primera de ese cambio.